El pasado 13 de enero de 2019 nos sobrecogió la noticia de que un niño de tan solo 2 años se había caído en un pozo en la localidad malagueña de
Totalán. Una noticia que conmocionó a toda España y traspasó fronteras por lo traumática de la situación.
Quiero traer este caso para hablar de la
victimización secundaria o doble victimización, pero veamos en primer lugar algunos conceptos teóricos.
La Declaración sobre los principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y de Abuso de Poder de la Asamblea General de las Naciones Unidas (1985)
define a una víctima como:
“las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas y mentales o sufrimiento emocional, pérdida financiera, o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los estados miembros, incluido el abuso de poder. Se incluirá a los familiares o personas a su cargo que tengan relación inmediata con la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir la victimización”.
Dentro de las víctimas también podemos definir
“víctima directa” como aquella que sufre en primera persona el hecho traumático y
“víctima indirecta” como aquella que no lo sufre en primera persona pero que pertenecen al círculo cercano de la víctima directa (familiares de un fallecido, de una persona agredida, etc.) y que sufre los daños colaterales del hecho traumático. Cuando se habla de los derechos de las víctimas debe incluirse también a las víctimas indirectas.
Pero además, en victimología también tenemos que hablar del
efecto de victimización que pueden tener los diferentes hechos traumáticos.
Por así decirlo, el efecto de la victimización sería como un efecto expansivo. Imaginemos que tiramos una piedra a un río, las diferentes ondas en forma de círculos concéntricos que se forman alrededor nos mostraría ese efecto expansivo.
De esta forma podríamos hablar de diferentes niveles de victimización.
- Victimización primaria: es la sufrida por la víctima a consecuencia de la agresión, accidente o situación traumática.
- Victimización secundaria: o también llamada segunda victimización. Es una victimización añadida, posterior a la victimización primaria. Puede generarse cuando la víctima es rechazada, estigmatizada, culpabilizada, se duda de ella, etc. También se produce por el marco social de reacción (medios de comunicación, comunidad, entorno, etc.), y al tener que revivir la experiencia traumática por ejemplo a causa del proceso judicial.
- Victimización terciaria: puede producirse por diferentes factores. Por el efecto vicario (por observación) de testigos directos o por medio de imágenes en los medios de comunicación.
Hay diferentes clasificaciones que amplían el tipo de víctimas por ejemplo a las personas que actúan en servicios de rescates, personas que atienden a las víctimas, amigos de las victimas, etc.
En el caso que estamos comentando, el del pequeño Julen, tanto el niño como sus padres serían los que han sufrido la victimización primaria, Julen como víctima directa y sus padres como víctimas indirectas.
Tras esta dura experiencia, los padres del pequeño Julen se enfrentan a un proceso que por los efectos negativos que puede tener cumple todas las características de un proceso de victimización secundaria. Vamos a analizar y a reflexionar un poco sobre este tema.
En primer lugar, cabe señalar que éste es un
caso de especial dramatismo, tanto por la edad de la víctima como por las circunstancias de su fallecimiento.
Nos encontramos con unos padres que descubren que su hijo se ha caído a un pozo, que oyen su llanto, y que desde un primer momento se ve lo complicado de su rescate. Un rescate que se alarga hasta trece días después de la caída, que es cuando finalmente recuperan el cuerpo sin vida del niño. Trece días de angustia, en los que los padres tienen que vivir incluso que se dude de ellos al parecer tan increíble que un menor pueda haberse caído por un agujero tan estrecho. Todo este proceso supone por así decirlo, una tortura, un sufrimiento prolongado y mantenido en los padres y familiares del niño que puede agravar los
efectos emocionales de la pérdida.
Pues bien, a ese dolor, consecuencia de esa victimización primaria, en la actualidad se le une todo el que conlleva el revivir esos momentos en el proceso de investigación que se está llevando a cabo. Partimos de que toda persona que ha perdido a un familiar, a un hijo, en unas circunstancias traumáticas, tiene derecho a saber qué pasó en realidad. El descubrir la verdad de lo sucedido ya no sólo es un derecho, es una necesidad, y puede ayudar a resolver en su momento el
duelo de los padres, evitando que éstos entren en un proceso de interrogantes e incertidumbre constante.
Sin embargo, todo el proceso de investigación, que se está realizando, con las diferentes hipótesis que se están planteando como posible causa de la muerte, así como el estado en el que estaba el pozo y el terreno, puede generar en los padres que revivan una y otra vez la experiencia traumática y que generen en ellos pensamientos rumiantes (obsesivos) acerca de si podrían o se podría haber hecho algo más o no. Este tipo de pensamientos puede generar
sentimientos tanto de culpa como de rabia que dificulten el proceso de duelo ante la pérdida de su hijo.
Otro aspecto que también puede influir de forma negativa sobre los padres es el tratamiento que se pueda realizar desde
los medios de comunicación acerca de la noticia. Si bien en un primer momento los medios de comunicación y el apoyo de éstos y de la sociedad en general han podido amortiguar el impacto emocional negativo sobre los padres, el que en la actualidad se siga informando de cada nuevo detalle puede ser un arma de doble filo.
Este aspecto, el del tratamiento de este tipo de noticias por parte de los medios de comunicación es algo muy discutido. En mi opinión debo decir que considero que la labor de los medios de comunicación es muy importante y necesaria, pero siempre que se haga desde el respeto,
cuidando al máximo el tipo de información que se da y sin olvidar el efecto que ésta puede tener sobre las víctimas.
Si todo esto no fuese suficiente, tenemos que añadir algunas
opiniones del público en general (en foros de internet, en tertulias, etc.) en muchos casos carentes de toda empatía.
Tanto el proceso de investigación, como el tratamiento por parte de los medios de comunicación de la noticia, sin que exista una intencionalidad negativa por supuesto, pueden suponer para los padres del pequeño Julen, José y Vicky, una
doble victimización o victimización secundaria, con el consiguiente efecto negativo tanto en el presente como en el futuro.
Tristemente, en este caso todavía tendrán que revivir nuevamente todo lo ocurrido cuando se celebre el juicio que determine finalmente si existen o no responsabilidades por el fallecimiento de su hijo.
A todo lo explicado anteriormente se le une en este caso en concreto, la circunstancia de que estos padres ya tuvieron que vivir la experiencia traumática de la pérdida de un hijo con tan sólo 3 años de edad, lo que puede generar una mayor vulnerabilidad y que los efectos negativos de esta tragedia sean aun mayores.
En este caso, y en otros similares, resulta
imprescindible la labor de los psicólogos que desde el primer momento han estado ayudando a los padres, pero es importante que este trabajo de asistencia psicológica se mantenga en la actualidad y en un futuro para acompañar a los padres ante los duros momentos que todavía les toca pasar.
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