Lamentablemente cada vez tenemos más conocimiento de diferentes casos de violaciones en grupo. Los datos son estremecedores, pero la realidad es que se sospecha que hay muchos otros casos que no se conocen porque las mujeres no se atreven a denunciar por temor a ser estigmatizadas, a posibles represalias o por temor al propio proceso judicial.
Si bien es cierto que los estudios señalan que el número de agresiones sexuales se ha mantenido estable en los últimos diez años, desde el conocido caso de “la manada” de San Fermín parece que cada vez son más frecuentes este tipo de agresiones en grupo.
Esto genera una gran preocupación entre los expertos y entre la población en general. ¿Qué estamos haciendo mal?, ¿se está convirtiendo esto en una moda?, ¿qué les pasa por la cabeza a unos chicos para llegar a cometer un acto tan terrible?.
Primero habría que decir que dentro de una agresión sexual en grupo se produce una dinámica determinada. Normalmente los miembros del grupo comparten algunos intereses o ideología que los unifica. Los agresores, carentes normalmente de autoestima, se sienten poderosos al ejercer la violencia y someter a su víctima y se sienten apoyados y animados por el resto de agresores. La responsabilidad, como en todas las dinámicas de grupo, se disminuye: “no fui, yo… era cosa de todos… ellos me animaron…. yo realmente no estaba seguro…”.
Pero en este fenómeno es importante analizar qué puede haber detrás para así poder trabajar en su prevención.
Muchos expertos indican como un factor de riesgo el aumento de consumo de pornografía con contenidos violentos en chicos muy jóvenes. Son chicos que se están iniciando en la sexualidad y que empiezan a tener como modelo una sexualidad en donde cabe todo, sobre todo el denigrar a la mujer y tratarla como un objeto.
Por otro lado, el fenómeno de las redes sociales puede estar influyendo de forma muy negativa. Las redes sociales fomentan una actitud exhibicionista entre los más jóvenes, hasta tal punto que el número de seguidores es una fuente de autoestima. Pues bien, hay chicos que quizás no hayan podido destacar por aspectos positivos y buscan destacar por los negativos. Esta necesidad es habitual entre adolescentes y entre los adultos jóvenes, pero las redes sociales han podido aumentar esta búsqueda de “admiradores”.
Un aspecto que también ha llamado su atención es el hecho de que en muchos casos los agresores hayan grabado la agresión a modo de “película porno”. Esto podría explicarse por diferentes motivos: como una búsqueda de obtener un “trofeo”, una prueba de lo que han sido capaces de hacer; para posteriormente poder revivir la agresión y obtener placer con ello; como una muestra de superioridad “estoy por encima de la ley y lo grabo” sin que les importen las consecuencias; o para poder difundirlo y compartirlo con otras personas que comparten sus ideas por medio de las redes sociales.
Pero volvamos a la pregunta inicial, ¿existe un fenómeno imitación?. Todavía es pronto para saberlo pero lamentablemente parece que se están dando todas las papeletas para que así sea.
En primer lugar tenemos el fenómeno de grupo que siempre genera mayor imitación. Por otro lado está su difusión en medios de comunicación y redes sociales. Esta difusión, si bien es necesaria como labor informativa, a veces es discutida porque puede llegar a crear “personajes” que para determinados individuos son modelos a imitar (un fenómeno éste ya conocido en los asesinos en serie).
Además, el hecho de que a todos estos grupo de les esté apodando “la manada de …” puede también generar el deseo en determinados grupo que busquen notoriedad, de ser la próxima manada.
Pero quizás un aspecto que sea el más preocupante, y el que puede actuar como ejemplo a otros agresores, es la “aparente” impunidad de la que disfrutan las personas que cometen estas agresiones”.
La discutida Sentencia de “la manada” de San Fermín, el hecho de que el público en general los haya visto en libertad y siguiendo con sus vidas, que no se haya considerado agresión y se haya puesto en duda a la víctima; todo esto puede influir no sólo alimentando antiguas creencias de que la mujer es consentidora, sino también generando la falsa creencia de que el hecho no es tan grave, que no tiene unas consecuencias tan terribles y que además es muy difícil que a uno le condenen por ello.
Como conclusión, considero que es importante la información, pero igual de importante es cuidar ésta (tal como se hace con los casos de suicidios de menores que está demostrado tiene un efecto de imitación). Por eso yo desde YA me comprometo a intentar dejar de referirme a este tipo de agresores en grupo como “manadas”.
Siendo además que dentro de los agresores hay muchos menores, considero que podría ser interesante aprovechar esta información, estas noticias para generar debate entre los más jóvenes, desde charlas en colegios e institutos, como en casa. Es necesario fomentar en los jóvenes la empatía hacía las víctimas de este tipo de agresiones y discutir posibles creencias erróneas que puedan llegar a tener, a modo de prevención.
Como última reflexión, y tratando de ver algo positivo, si es que lo hay, parece que igual que se puede imitar el efecto negativo, también se está imitando la reacción de la víctima ya que cada vez son más las mujeres que se atreven a denunciar al sentirse apoyadas por la mayor parte de la sociedad.