Una de las grandes preocupaciones de los padres cuando sus hijos van creciendo es que éstos empiecen a consumir alcohol. Y no es para menos, los datos son preocupantes y deberíamos reflexionar acerca del tema. Si bien los últimos estudios señalan un descenso en el consumo de drogas y alcohol en los jóvenes, se observa que se ha instaurado un patrón de consumo que se caracteriza por la ingesta de grandes cantidades de alcohol en cortos espacios de tiempo, principalmente en fin de semana y que suele llevar a la embriaguez. Este tipo de consumo es denominado en países anglosajones como “binge drinking” (atracón de alcohol) aunque en España se refiere a éste como Consumo Intensivo de Alcohol (CIA).
Los jóvenes de ahora tienden a buscar emborracharse o “pillar un pedo” en el menor tiempo posible, buscan la desinhibición que les proporciona el alcohol y quieren conseguirla antes de su hora de regreso a casa. Por eso, muchos de ellos empiezan a beber a horas muy tempranas, beben rápido, grandes cantidades, e incluso calculan qué bebida les sube más para que así “el pedo” les salga más económico. Este tipo de consumo tiene unas consecuencias muy graves para los jóvenes, tanto a corto como a largo plazo.
Las consecuencias quizás más evidentes suelen ser sobre el comportamiento de los jóvenes. El alcohol afecta de forma directa al control de impulsos de la persona, es un gran desinhibidor. Este tipo de consumo afecta a la toma de decisiones, facilitando que los jóvenes lleven a cabo conductas de riesgo que en otro momento, sin la influencia del alcohol seguramente no harían. Las conductas de riesgo más habituales son las relacionadas con relaciones sexuales sin protección y las relacionadas con los accidentes de tráfico (conducir ebrio o subir a un vehículo estando el conductor ebrio).
Pero también es importante el efecto que este CIA tiene sobre el cerebro de los adolescentes. Los estudios han demostrado que el cerebro se encuentra en desarrollo en esas edades (en las chicas hasta los 21 años y en los chicos hasta los 23 años) y este tipo de consumo afecta de forma muy grave. Por un lado afecta de forma negativa a procesos cognitivos como son la atención, la memoria y otras funciones ejecutivas (toma de decisiones, capacidad de planificación, autocontrol, etc.). Siendo que nuestros jóvenes están en edad de estudiar, las consecuencias sobre su capacidad de aprendizaje y por lo tanto sobre su rendimiento académico serán muy negativas. Pero por otro lado, se ha demostrado que este CIA afecta a los denominados “circuitos de recompensa” creando una predisposición para presentar en un futuro algún tipo de adicción, ya sea a alcohol, a otras sustancias, o a comportamientos (adicción, al juego, a las compras, etc.). Muchos de estos efectos del alcohol sobre el cerebro del adolescente son permanentes y se mantienen en la edad adulta.
Antes estos datos tan preocupantes, deberíamos preguntarnos qué podemos hacer. Existen diferentes planes que ayudan a la prevención del consumo de alcohol en adolescentes, pero es importante tener en cuenta una serie de recomendaciones que como padres podemos poner en práctica.
Al ser una droga legal y estar aceptada socialmente lo primordial sería poder retrasar al máximo posible la edad de acceso al consumo de alcohol de nuestros hijos. Para ellos, es importante asegurarnos de que están bien informados acerca de las consecuencias; controlar más la hora de llegada a casa; limitar la cantidad de dinero a la que tienen acceso; y estar pendientes del estado en el que regresan después de salir, etc.
También se ha observado que menores que desarrollan actividades deportivas y de voluntariado retrasan y limitan el consumo de alcohol. El deporte es una alternativa de ocio más sana, y el voluntariado favorece la empatía, el desarrollo de habilidades sociales, la conciencia moral y la responsabilidad.
Pero algo que está en nuestra mano desde ya es el ejemplo que damos a nuestros hijos. Sin darnos cuenta, nosotros mismos podemos estar ofreciendo un modelo negativo para ellos que les haga relacionar “ocio=alcohol”. No se trata de que dejemos de beber, pero quizás sí sea conveniente limitar el consumo o no consumir delante de ellos.
Y sobre todo, sí, hay que insistir, aunque nos llamen pesados, hay que estar más encima de ellos.
Con motivo de los abusos de los jóvenes en las fiestas de San Isidro en Madrid se comentó en el Programa de Ana Rosa este tema, podéis verlo a continuación: